Nota de audio: Completa
Libertad Digital
“La verdad no se quema”, abrió Gustavo Briend, querellante particular en representación de Gloria Romero y Mercedes Flores, la mamá y la tía abuela de Cecilia Strzyzowski. El abogado les recordó a los doce integrantes del jurado que, desde el primer día de audiencias, hubo un elemento que se repitió como una sombra: el fuego.
“Aprendimos de perspectiva de género, de violencia física y emocional, de evidencia digital, de sangre. Pero hubo algo de lo que hablamos todos los días: del fuego. Empezamos a hablar de quemazón, de fogata, de incendio, de huesos quemados, de restos quemados. Por eso es el lema que usamos: la verdad no se quema”, dijo.
Luego bajó al centro del caso: “No es posible que un grupo de personas utilizando el fuego aniquile, desaparezca, borre el rastro de otra persona. Y esa persona es Cecilia Marlén Strzyzowski, una joven chaqueña de 28 años, emprendedora, con ganas de vivir, que tuvo la mala suerte de enamorarse de la persona equivocada”.
Del amor al “principio del fin”
Briend retomó la historia que ya había empezado a trazar en su alegato de apertura, esta vez con todo el juicio recorrido. Recordó que la relación entre Cecilia y César Sena comenzó “como un vínculo amoroso normal y tranquilo”, pero remarcó que, según la prueba producida, “solo una de las partes estaba enamorada; la otra estaba obsesionada”.
Apoyado en el testimonio de Mercedes Valois Flores, describió el casamiento del 16 de septiembre de 2022 como una señal temprana: del lado del novio, casi nadie; del lado de Cecilia, la familia completa. Ese matrimonio, subrayó, “duró no más de 24 horas” y marcó “el principio del fin” para ella.
Los mensajes que Cecilia enviaba a su amigo Ronan Amarilla, exhibidos a lo largo del debate, completan la escena: primero la violencia emocional, después la física y el episodio de la “guillotina” en la camioneta, acreditado también por su psicóloga.
“Cecilia no quería ser piquetera, no quería usar la remera del Che Guevara y quería salir de ese mundo. Empezó a convertirse en un escollo para la familia Sena”, planteó la querella. Y fue ahí, dijo, cuando empezó a pergeñarse el supuesto viaje a Ushuaia.
El viaje a Ushuaia como trampa
Para Briend, el “plan Ushuaia” no fue una simple idea, sino la estrategia para sacar del medio a Cecilia. Recordó que la familia de la joven, sobre todo Mercedes, creyó realmente que el viaje existía: la ayudaron a preparar la valija, el botiquín, la ropa; escucharon sus miedos sobre el avión y la despidieron con un abrazo la noche del 1° de junio.
“Gloria le dijo ‘andate de esta provincia pobre’ y qué mejor lugar que el más austral, bien lejos”, reconstruyó. El viaje, insistió, era para Cecilia “un cambio de vida”, una salida de ese entorno. Para los Sena, según la acusación, era la coartada perfecta.
La querella fue tajante al atribuir ese plan a la cúpula familiar:
– La suegra que ofrecía trabajo y casa en el sur: Marcela Acuña.
– El líder del movimiento y de la casa, que nada se hacía sin su venia: Emerenciano Sena.
“César no actuó solo, dijo. Actuó bajo el mandato de sus padres, que siempre estuvieron detrás del famoso viaje y del plan Ushuaia, que formaba parte de la manera de sacar esta piedra en el zapato que era Cecilia para la familia”.
Los Sena en el banquillo: “memoria selectiva y discurso armado”
Briend también dedicó parte de su alegato a la postura que asumieron los acusados al declarar el día anterior. Contó que la querella decidió no hacer preguntas, pero sí dejó al jurado una lectura política de esos testimonios.
Sobre Emerenciano Sena, señaló:
– Que relató con lujo de detalles su vida, desde la infancia hasta su rol en el movimiento,
– que habló de servicio militar, armas, cálculos y ángulos,
– pero que, llegado el momento de hablar del hecho investigado, se abrió una “laguna mental”.
“Tenía una memoria privilegiada para todo, menos para el asesinato de Cecilia”, cuestionó el abogado, y habló de una “omisión adrede”.
Respecto de Marcela Acuña, Briend apuntó a la construcción de la imagen de “madre sufriente”, preocupada por un supuesto cuadro psicótico de su hijo.
“¿Por qué, si el hijo tenía una alerta roja, no hizo nada? —se preguntó—. No es una simple encubridora. Marcela participa, junto con Emerenciano, de la elaboración del crimen”.
Sobre el resto de los acusados —Fabiana González, Gustavo Obregón, Griselda Reinoso y Gustavo Melgarejo— fue igual de duro: “Todos se muestran como víctimas, hablan de hechos anteriores o posteriores, pero nadie dice nada de lo que estamos investigando acá: el asesinato de Cecilia”.
“El cuerpo habló”: la huella de Cecilia en cada escenario
Briend volvió a poner a Cecilia en el centro, no solo como víctima sino como “presencia” en el expediente. “Es cierto que Cecilia no está acá para defenderse —dijo—, pero su cuerpo habló. Habló en la casa de la calle Santa María de Oro, habló en el Campo Rossi, habló en el barrio Emerenciano y también en el fondo del patio donde se encontraron elementos. Cecilia nos dejó su mancha, su marca, para que la encontremos, para que la defendamos y para que hagamos justicia”.
Enumeró entonces las pruebas materiales:
- La sangre humana en la cama, el colchón y el piso de la habitación, analizada por el bioquímico Sergio Moro.
- El perfil genético de ADN que coincide con una hija biológica de Gloria y hermana de Ángeles: Cecilia.
- Los restos óseos calcinados hallados en Campo Rossi.
- El relato de la antropóloga que describió una “pira funeraria”, con temperaturas de 800 a 900 grados, un fuego sostenido por al menos tres horas y fragmentación del cráneo.
“Cecilia fue quemada en el Campo Rossi. El grado de exposición al fuego demuestra el grado de impunidad que buscó esta gente”, remarcó.
“Cecilia no puede desaparecer”: el pedido final de la familia
“Cecilia no puede desaparecer, no fue borrada del mapa. Cecilia habló en este proceso y a todos nos pide justicia”, sostuvo.
Luego, alineado con la calificación de la fiscalía, pidió al jurado un veredicto de culpabilidad:
- Para César Mario Alejandro Sena, como autor material del delito de homicidio doblemente agravado por el vínculo y por mediar violencia de género.
- Para Marcela Acuña y Emerenciano Sena, como cómplices primarios del homicidio.
- Para Fabiana González, Gustavo Obregón, Griselda Reinoso y Gustavo Melgarejo, por encubrimiento agravado.
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