Donde nadie llega, ellos van: una historia de compromiso y amor por los animales de El Impenetrable
Sociedad
Descargate la APP
Escuchanos desde tu celular

Donde nadie llega, ellos van: una historia de compromiso y amor por los animales de El Impenetrable

Desde hace seis años, un grupo de veterinarios chaqueños recorre los rincones más aislados de El Impenetrable chaqueño con una misión que combina la ciencia, la pasión y la solidaridad. El proyecto “Veterinarios Amigos de El Impenetrable”, liderado por Sebastián Robledo y María Sol Bosch Garavaglia, comenzó casi de forma espontánea, pero hoy es una red organizada que lleva atención médica veterinaria, concientización ambiental y mucho más.


21/05/2025
 /  libertaddigital.com
 -  Sociedad  /  Redacción: Soraya Casco

Nota de Audio
Nota de audio: Completa
27'07"

Club Social

Club Social

“Somos un grupo de amigos que un día dijimos ‘vamos al Impenetrable’, y empezamos a ir. Así, sin más. Éramos cinco locos con ganas de ayudar y nos mandamos”, recordaron.

El objetivo inicial fue claro: realizar castraciones y operativos veterinarios integrales en las comunidades cercanas al Parque Nacional El Impenetrable. Pero el trabajo fue tomando dimensiones más amplias. Nos dimos cuenta de que no se trataba solo de castrar perros y gatos. Había enfermedades zoonóticas, animales silvestres conviviendo con domésticos, tráfico de fauna… era necesario hacer un trabajo integral”, explica Bosch Garavaglia.

Enfermedades como la rabia, que pueden pasar de carnívoros silvestres a perros y viceversa, son un riesgo real. Pero además, muchos habitantes aún practican la caza como parte de una costumbre ancestral.

“La caza no siempre es por necesidad. A veces es cultural. Por eso también trabajamos con los más chicos, con dibujos de jaguaretés, aguaraguazús, osos hormigueros, para enseñar que no son mascotas”, señaló la veterinaria.

Con el tiempo, el equipo sumó especialistas en fauna silvestre para tratar un tema tan complejo como frecuente: el mascotismo y el tráfico ilegal de animales.

“Yo vivo a 15 cuadras de la plaza 25 de Mayo, y está lleno de monos carayá. Muchos vienen del mascotismo. Se escapan, se reproducen y quedan ahí. Siempre le cuento a la gente cómo llegó ese mono hasta ahí, y no se los digo de la mejor manera… tengo una pedagogía muy particular”, contó Bosch Garavaglia.

Una escena que Robledo no puede olvidar ocurrió durante una visita a Wichí: “Un perro comía tierra, buscando algo para alimentarse. Esa imagen no se me borra más”.

Historias como la de “Tita”, una perra preñada que fue llevada en la camioneta y terminó pariendo en la veterinaria de Sol, son parte de una realidad que mezcla precariedad, dolor y una esperanza tangible.

“La trajimos, la tuve 20 días en mi casa. Parió seis cachorros. Les pusimos nuestros nombres. Esos momentos te marcan”, relató Bosch emocionada.

A veces, los casos son extremos. Llegó una señora con un perro en una carretilla. No podía caminar. Le había mordido otro. Esperó horas, y lo curamos. Fue muy fuerte todo eso”, rememoran.

El trabajo no termina en la atención médica. Hay logística, traslados, planificación con caciques, adaptación a las condiciones climáticas y geográficas. Duermen en carpas, escuelas, colchones en el piso. “Una vez nos agarró un frío tremendo en Sauzalito. Dos grados. Pero en verano no se puede ir por el calor, y ahora en otoño llueve. Es como si el monte supiera cuándo vamos, y llueve”, bromeó Bosch Garavaglia.

Los viajes se hacen con recursos propios. “Todo empezó con nuestros autos y nuestra plata. Después la gente empezó a donar por redes, y eso nos permite llevar más antibióticos, anestesia, lo que haga falta, explicaron.

No cualquiera puede donar ketamina o medicamentos veterinarios, pero sí alimentos, combustible o dinero. “Yo rompí el auto en un viaje. Por suerte pude arreglarlo. Si no, ahí sí me preocupaba”, recordó Sol.

El 24 de mayo parte una nueva expedición. Necesitan de todo: insumos, manos solidarias y hasta una camioneta. “Si alguien con camioneta nos escucha, salimos al mediodía del viernes. Volvemos el domingo. Todo suma”, invitó Bosch.

“Muchas veces, la gente nos pregunta si puede ir. No hace falta ser veterinario. Se necesita planillar, jugar con los chicos, cargar cosas. Algunos no veterinarios nos han ayudado más que los veterinarios”, destacaron.

Más allá del trabajo clínico, lo que queda es el vínculo humano. “Una vez le dimos bananas a los chicos, y muchos nunca habían comido una. Fue emocionante. No podemos mirar solo al animal, también vemos a las personas”, dijeron.

Y aunque sueñan con ir todos los fines de semana, reconocen los límites. “También tenemos vida. Tengo una hija, me mata si me voy todos los fines de semana”, dijo Bosch.

Cómo colaborar:

Alias para donaciones: vete.impenetrable

También pueden encontrarlos en redes sociales como Veterinarios Amigos del Impenetrable.

Mirá la entrevista completa.

En esta nota: #el impenetrable

¿Qué opinas?

Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales. Aquel usuario que incluya en sus mensajes algún comentario violatorio del reglamento será eliminado e inhabilitado para volver a comentar. Enviar un comentario implica la aceptación del Reglamento.