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Club Social
Adriana González es voluntaria y una de las principales impulsoras del proyecto. “Empezamos como apoyo escolar. Todo surgió porque mi hijo tiene TDA, y necesitaba acompañarlo en su aprendizaje. Me fui capacitando, y cuando otras mamás se enteraron, empezaron a traer a sus hijos también”, relató.
Con el tiempo, se sumaron otras madres, colaboradores y Ana Sánchez, quien cedió el espacio físico. Así nació formalmente el merendero.
“Hoy trabajamos con chicos con y sin condiciones. Casi el 90% de los niños que vienen acá tienen alguna neurodivergencia: TDA, TDAH o trastorno del espectro autista”, explicó Adriana.
Además del acompañamiento pedagógico, el merendero ofrece la merienda gracias a donaciones. “Nos inscribimos como merendero en 2023. Nos bajan kits para 40 niños, pero hoy atendemos a más de 70. En invierno, la leche no alcanza ni 10 días”, lamentó.
Una necesidad que crece
La pandemia dejó secuelas profundas en la educación. “Tenemos chicos en séptimo grado que no saben leer. Hay niños que llegan al secundario sin saber las operaciones básicas. Así no se puede enseñar nada más complejo, y el chico termina abandonando”, advirtió.
La falta de diagnósticos y el escaso acceso a profesionales agravan el panorama. “Muchas familias no saben que sus hijos tienen una condición. Me traen al nene y me dicen ‘le cuesta’, y cuando los observo, noto que hay un déficit de atención evidente”, afirmó.
“El aula está abarrotada. No se logra un trabajo articulado entre la escuela común y la especial. Los chicos están integrados, pero no incluidos. Y eso hace que no aprendan, que se frustren y abandonen”, sintetizó.
Más que leche y galletitas
En el espacio también se dictan talleres de cerámica, arte y música. “Son fundamentales para el desarrollo de los chicos, especialmente los que tienen síndrome de Down o TEA. Necesitan moverse, hacer actividades, seguir aprendiendo desde el juego”, señaló Adriana.
Sin embargo, las condiciones edilicias no acompañan. “El lugar es un galpón sin aislamiento térmico. Hay humedad, los pisos están mal, y tenemos niños en silla de ruedas que no pueden estar acá por el frío o por el piso”, describió.
Además, carecen de material didáctico adaptado. “Tenemos una mini biblioteca armada con donaciones de libros usados. Todo lo hacemos a mano. Nos falta de todo: lápices, libros, ropa, calzados...”, dijo.
Cómo ayudar
“Nos arreglamos con lo que tenemos, pero no alcanza. Necesitamos materiales, profesionales que donen su tiempo, apoyo estatal y comunidad”, insistió.
Quienes deseen colaborar pueden comunicarse al 3625-664605 o acercarse al merendero, ubicado en Arbo y Blanco 1900. También pueden encontrarlos en Instagram como @arcoiris.de.chocolate_
“Un chico que no come, no puede estudiar. Y un pueblo sin educación no tiene futuro”, cerró Adriana, con la convicción firme de quien transforma todos los días la realidad desde el amor y la acción.
Mirá la entrevista completa.
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