Libertad Digital
En Argentina hay aproximadamente 42 millones de gallinas, según cifras de la industria, y el 95% de ellas estaría viviendo en jaulas de batería, un sistema de confinamiento extremadamente restrictivo, en el que no tienen la posibilidad de realizar sus comportamientos más básicos como estirar sus alas por completo, picotear el suelo, anidar o darse baños de arena.
Uno de los objetivos de Sinergia Animal, ONG internacional de protección animal, es reducir el sufrimiento de los animales explotados en la industria alimentaria en países del Sur Global. En Argentina, trabajan con empresas alimentarias y hoteleras para hacer cambios en sus cadenas de abastecimiento y así mejorar la calidad de vida de los animales. Negocian con las empresas para que se comprometan a utilizar huevos de gallinas libres de jaulas, y dejar atrás las jaulas en batería para gallinas ponedoras, ya que son uno de los sistemas industriales más crueles con los animales.
En este sentido, impulsan el proyecto de ley de etiquetado de huevos en conjunto con la Asociación Coordinadora de Consumidores, Usuarios y Contribuyentes. El proyecto de ley de etiquetado de huevos tiene como finalidad que el consumidor cuente con información clara, transparente y veraz sobre el sistema de producción del que provienen los huevos, conforme lo indica nuestra Constitución Nacional en su artículo 42, la ley 24.240 de Defensa del Consumidor en su Art. 4 y nuestro Código Civil y Comercial Nacional en su art. 1100.
De esta manera, se procura que todos los huevos cuenten con una etiqueta o embalaje con alguna de estas clasificaciones: “Huevo producido en jaula”; “Huevo producido en galpón cerrado”; “Huevo producido libre de jaulas, campero o de campo” y “Huevo orgánico”.
“El principal objetivo del proyecto es la transparencia con el consumidor. Hoy en día, se difunde información e imágenes muy confusas en los empaques, fotos o dibujos de animales en praderas, o palabras vagas como “natural” o “de campo” o “gallinas felices”, cuando en realidad los productos provienen de sistemas extremadamente restrictivos que implican mucho sufrimiento animal que el consumidor desconoce”, explica Gisela Riccardi, Gerente de Relaciones Corporativas en Argentina de Sinergia Animal.
Y suma: “En lo que respecta al derecho del consumidor, aprobar una ley como ésta implica dar cumplimiento a un mandato constitucional de información al consumidor. Argentina es un país de avanzada en normativa consumeril, no así en etiquetado. Además, según la Autoridad de Seguridad Europea los sistemas de producción de huevos con jaulas tienen mayor prevalencia de Salmonella que los libres de jaulas, por lo que también es una cuestión de seguridad alimentaria que el consumidor debe conocer”.
Las investigaciones llevadas a cabo demostraron que la mayoría de los consumidores desconocen el daño que los sistemas de jaulas de batería causan a las gallinas. “El consumidor no es indiferente al sufrimiento animal y tiene el derecho de conocer de donde provienen los alimentos que consume y el daño ambiental y animal que su consumo implica. Sólo el etiquetado puede visualizar esta información de manera sencilla”, indica la vocera de Sinergia Animal.
Tras la sanción e implementación de la Ley de Etiquetado Frontal de Alimentos, el consumidor argentino tomó mayor conciencia sobre los alimentos que consume y los daños que los mismos pueden causar a su salud. Gracias a la información difundida, los consumidores demandan mayor bienestar animal en los productos que consumen. El proyecto de etiquetado avícola persigue los mismos fines.
Un ejemplo es la Unión Europea, donde los huevos son marcados con un código que especifica el sistema productivo del que proviene, el país donde fue producido, y la fecha preferible de consumo. El mercado se torna más transparente, generando una mayor competencia leal entre productores.
En este sentido, empresas como Havanna, Freddo, Almacén de Pizzas, Cachafaz y Café Martinez ya han asumido compromisos para dejar de utilizar huevos que provengan de sistemas con jaulas. Estos compromisos permiten visibilizar el tema, educar al consumidor y demostrar que hay otra forma de hacer las cosas.
“Saber de dónde provienen los productos que consumimos nos ayuda a tomar la decisión consciente de qué prácticas de la industria apoyamos y financiamos con nuestras elecciones. Las gallinas ponedoras en sistemas de jaulas viven en condiciones crueles y miserables que ningún animal merece”, finaliza Riccardi.
Fuente: Filo News
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