Libertad Digital
También es la plaza un museo al aire libre (dentro del gran museo al aire libre que es la ciudad toda) y con emblemáticos monumentos, esculturas, murales, que tienen el apego de ir contando, marcando, la historia de la ciudad. Definitivamente, la plaza y la historia de Resistencia son indisolubles.
La actual remodelación ha dado luz verde para la puesta en valor del bagaje artístico que está siendo llevado adelante por el Departamento de Conservación y Restauración de las Esculturas.
A la plaza 25 de mayo, hoy sólo se la bordea. Está tapiada. Las profusas y verdes cabezas de árboles emergen del corset de 800 metros de pared provisoria.
El parque vallado retrotrae al cuento infantil de aquel gigante que hace una alta cerca a su jardín majestuoso para que no entren a jugar los niños. No es el caso. Con la compañía de Ceferino Ferreyra, responsabledel DMRE de la Fundación Urunday, se abre el portón sobre la avenida 25 de Mayo para que la mirada comience a “jugar” con la inusitada visual: la plaza de 4 manzanas en plena dinámica de remodelación, cruzada y entrecruzada por camiones, carretillas, obreros, operarios que van y vienen, suben y bajan; remueven tierra aquí, trasladan materiales allá, perimetran con cinta más allá. Se afianzan mobiliarios urbanos, la luminaria se consolida al suelo, se abren nuevos senderos, aparecen glorietas… Hay algo más que el ojo comienza a percibir: una fuerte y como nueva presencia del arte que ampara esta plaza, sensación que se hace patente cuando se llega al frente de la estatua de San Martín que luce un “nuevo color”.
Explica Ceferino que el hierro cuando se oxida se va comiendo a sí mismo; sin embargo el bronce se cubre de una pátina natural para protegerse que modifica su coloratura original. El San Martín volvió a vestir su verde cardenillo.
“Ya lo habíamos intervenido en 2005 en la ocasión de la llegada a Resistencia de la ex presidenta Cristina Kirchner para el Tedeum del 25 de mayo; intervenimos sobre el San Martín y el monumento a la Loba”, recuerda.
Observando con detenimiento la figura ecuestre del prócer a 10 metros de altura, se dimensiona el tamaño soberbio con un peso de 400 kilos y se va adivinando la amplitud y puntillismo del trabajo -en la cola, las espuelas, el sable-, habida cuenta que “estaba pintada con laca poliuretana y hubo que quitarla primeramente y no sin muchísimo esfuerzo y detalle. Fueron 8 personas comprometidas con la obra durante 45 días. Finalmente quedó en todo su esplendor. Y vieras a la hora de la tarde, cuando el sol pega en el rostro de San Martín…”, declara conforme el restaurador.
Sin dudas, un trabajo de alta performance. “Son más de 17 obras que en mes y medio y trabajando 14 horas por día hemos ido poniendo en valor, la verdad, hoy lucen como nuevas. Todo el equipo está preparado para enfrentar estos desafíos, formado y capacitado con los mejores maestros en restauración de Argentina”.
Caminata
El recorrido por las obras intervenidas inicia con este potente San Martín, calco del original del francés Joseph Louis Doumas, plantado en 1945; continúa con una opulenta cabeza de “Cacique joven”, un quebracho colorado de Carlos Schenone (pegado al cual, hay un hermoso ejemplar de quebracho colorado); el Monumento a la Loba Romana inaugurado en 1922, fruto de una colecta de las familias italianas fundadoras; el busto de Irigoyen, el busto de Güemes, la dorada estatua de Eva Perón de Alfredo Secreto; el busto de Paula Albarracín de Sarmiento que lleva la firma del gran Perlotti, la cabeza en bronce de F. de Arranz hecha por Vicente Puig, la también icónica obra “Sin título”: tronco de urunday encastrado en un banco de plaza por el escultor Peralta, participante en uno de los concursos de la plaza; la cabeza en bronce de Alberdi, la estatua del general Dónovan –al igual que la loba- subvencionada por colecta pública y donde a sus pies juraron los gobernadores del Territorio hasta 1925… El sobrerrelieve de travertino de Ernestina Azlor. Y también el Monumento al Maestro de Mimo Eidman y Fabriciano, que tuvo una importante intervención sobre el panel central y la reconstrucción de la pierna y pie de la figura de la maestra.
El verde bonome
Hay otro monumento que pasaba inadvertido, camuflado en el paisaje, que ha sido negligentemente abandonado y hoy sucede su reparación histórica.
Se trata de un mural que a la vez es una fuente. Una obra -se diría- de construcción colectiva: el boceto de Rodrigo Bonome, la realización de Fernando Arranz, la ejecución de piezas cerámicas, de la Escuela Nacional de Cerámica de Buenos Aires y la dirección de obra en Resistencia, del arquitecto Mascheroni. Data del año, 1970.
Dos palabras sobre los autores primarios: Bonome, un gran pintor, asiduo al paisajismo y escritor, profesor e intelectual argentino; Arranz, ceramista y profesor español nacionalizado argentino, la cerámica argentina se remite necesariamente a su presencia y a su obra.
Mariana Giordano escribe que Bonome fue uno de los mayores colaboradores en el plan de embellecimiento que planteó el Fogón de los Arrieros quien le ofrece en 1969 la ejecución de un mural en la plaza central a través del aporte de la provincia y el municipio.
Y allí está ese paisaje nocturno del monte que lo “va domeñando” la especialista en Conservación y Restauración de Bienes Culturales (UMSA), Andrea Ypa .
Muy entusiasmada con el trabajo, habla de la búsqueda permanente del paisajista Bonome por ese verde argentino, y de esta obra en especial que refracta “el verde chaqueño de Bonome en una escena nocturna del monte chaqueño con su fauna y flora autóctona, con el yaguareté, la serpiente enroscada, la intromisión humana –cazador, hacheros-“, explica y va señalando las figuras en el mural que tras específicas limpiezas y tratamientos de las piezas de ladrillo refractario esmaltado recobra la vida, la luz, el color. El mural “Chaco” comienza a deslumbrar.
Ypa muestra la luna, los pájaros, enumera los árboles chaqueños encarnados en la cerámica. También se entusiasma y celebra la recuperación de la fuente ovalada que es parte de la obra y que estaba ¡rellenada de tierra! Ahora en franca recuperación.
Clásica y romántica
Queda un trecho más de itinerario para ver otras dos esculturas muy especiales por ser ejemplos singulares de la belleza clásica, por ser las dos estatuas más antiguas de la plaza que junto a unos grandes jarrones, sobreviven, con mucho encanto, como los acervos pretéritos.
Están allí desde 1915. Permanecen. Siguen dialogando en la contemporaneidad. Una de ellas, Venus, conocida en el imaginario colectivo como La bañista; construida en marmolina, exigió una limpieza en profundidad por la gruesa pátina que le dio el tiempo en la piel porosa; y la otra: El cazador, en hierro fundido que ameritó una cera para recobrar su color amarronado cobrizo. También en ambas obras se trabajó sobre los pedestales cubiertos “con infinitas capas de pintura a la cal que fueron extraídas hasta rescatar el ornato original de la base”, explica Ceferino.
Una plaza
La Plaza 25 de Mayo, visualizada en la agrimensura de Selstrang, especificada en 1884 en el plano de Carlos Tassier, vive hoy, una de las transformaciones de época.
Hojeando lecturas de Pompert de Valenzuela y García Pulido se extraen curiosidades y amenidades.
La plaza fue originalmente cuatro manzanas baldías que funcionaban como campo de alfalfa para los caballos de los colonos que venían al centro en busca de víveres. Alambrada luego con 16 molinetes para el paso de personas y no de animales perduró con esa impronta hasta mediados de la década del 20. En 1887 se le dio luz con faroles alimentados a carbón. En 1909 funcionó el cine al aire libre y desde la primera década de 1900 tuvo una rotonda dedicada especialmente a conciertos de la banda municipal de música.
El cuidado de la plaza estuvo a cargo de la gobernación del territorio y desde 1889 cuidada por la municipalidad que abrió diagonales, calles internas.
De la época del territorio emergieron 3 monumentos: La estatua del gobernador Dónovan (1919) en cuyos pies hasta 1925 juraban los gobernadores el cargo, la Loba Romana (1922) proyecto y construcción iniciada en 1920 por Pedro Fiacadori y la colectividad italiana y cuya inauguración tuvo el plus de una carrera de caballos, y el monumento dedicado a San Martín (1945) aunque la piedra fundamental se hubiera colocado ya en 1929.
En su orondo más de siglo de vida, fue sede de actividades cívicas, patrióticas, religiosas, benéficas, artísticas, ágora para reclamos de gremios y grupos sociales, festejos políticos. Y fue cuna de los concursos de esculturas devenida Bienal Internacional de Escultura.
Cabe destacar que la plaza ha sumado la memoria de Malvinas y de Margarita Belén en su solar.
Centralidad del DMRE
“El Departamento de Mantenimiento y Restauración de Esculturas está integrado por un equipo capacitado, todos diplomados universitarios en conservación y restauración de bienes artísticos. Reciben permanentemente capacitaciones a través de una red de asesores especialistas en diferentes campos y además, cuando un proyecto de restauración o intervención lo amerita, los perfiles que sean necesarios son incorporados, como en el caso de Andrea Ypa para la restauración de la fuente mural Chaco”, comentó el presidente de la FU, Josese Eidman.
Son casi 700 esculturas en el espacio de la ciudad. “De gran importancia entonces –apunta Eidman- la presencia y la acción del DMRE que tiene una tarea principal y continua (por caso, en este último tiempo, la restauración del gigante San Martín de mármol en el acceso al aeropuerto, la obra Crisol de razas de Ricardo Jara en la pared frontal del CEF, la estatua de bronce “Mediodía” de Nicolás de San Luis y estas casi 20 obras artísticas -varias de gran envergadura-, que habitan la plaza central”.
Demás decir que tras las tapias provisorias, los árboles siguen de pie.
Demás ratificar que las esculturas y murales de la plaza, vuelven a adquirir su brillo prístino.
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