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El trabajo también brinda datos importantes para apuntalar la estrategia de inmunización en el resto del planeta, donde más de un tercio de la población no recibió las primeras dos dosis recomendadas. Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), diez países y territorios de las Américas aún no han protegido ni al 40% de su población.
“La tapa de la revista lleva un mensaje sobre la fortaleza de combinar vacunas generadas en distintos lugares del mundo y pone a la salud pública por encima de la política y de los intereses económicos que hay detrás de cada vacuna producida”, dijo a la Agencia CyTA-Leloir Andrea Gamarnik, investigadora del CONICET en la Fundación Instituto Leloir (FIL) y una de las autoras principales del trabajo.
Coordinados por el Ministerio de Salud de la Nación, un equipo interdisciplinario que incluyó a investigadores del CONICET y referentes de los ministerios de Salud de las provincias de Buenos Aires, La Rioja, Córdoba y San Luis evaluó en 1314 voluntarios la seguridad de 15 combinaciones diferentes y estudió la cantidad de anticuerpos generados. “La vacunación heteróloga contra el COVID-19 es una estrategia válida y segura para aumentar rápidamente la cobertura en muchas regiones del planeta”, concluyeron los autores.
“Hay una profunda inequidad en el acceso a las vacunas de los países más pobres: varias zonas de África, Asia e incluso de América Latina no llegan al 25% de la población inmunizada. Publicar este estudio, que fue revisado por científicos destacados de otros países, respalda la decisión que se tomó acá, pero sobre todo aporta información útil para definir estrategias de combinación de vacunas en países que aún están iniciando esquemas”, agregó Gamarnik, quien lideró el trabajo junto a Jorge Geffner, investigador del CONICET en el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida (INBIRS) de la Facultad de Medicina de la UBA, y Juan Manuel Castelli, subsecretario de Estrategias Sanitarias del Ministerio de Salud de la Nación.
En el estudio, los voluntarios de ambos sexos se dividieron en tres grupos y cada uno recibió como primeras dosis una vacuna basada en adenovirus (Sputnik V y AstraZeneca) o de virus inactivado (Sinopharm). Luego se formaron diferentes subgrupos, a los que se les aplicaron segundas dosis basadas en una plataforma diferente. Por ejemplo, esquemas Sputnik V-Moderna (ARN); AstraZeneca-Moderna; Sinopharm-Sputnik V.
A cada participante se le tomaron muestras de sangre en distintos momentos después de la vacunación y se evaluó tanto la presencia de síntomas adversos como el nivel de anticuerpos y la capacidad que tenían de neutralizar la infección por el virus original de Wuhan. Para eso se empleó el COVIDAR IgG, el primer test serológico argentino para medir anticuerpos contra el nuevo coronavirus, desarrollado por Gamarnik y su equipo del Instituto Leloir en asociación con el laboratorio Lemos.
“Los niveles de anticuerpos más elevados de todas las combinaciones se vio entre quienes se habían vacunado con Sputnik V, AstraZeneca o Sinopharm en primer instancia y recibieron la vacuna de Moderna como segunda dosis. Estos niveles de anticuerpos fueron comparables a los observados tras la aplicación de dos dosis de Moderna”, asegura Gamarnik. Además, se constató que aquellas personas que iniciaron su esquema con Sinopharm desarrollaron más anticuerpos tras la aplicación de Sputnik V, AstraZeneca o Moderna que quienes recibieron una segunda dosis de la misma marca.
En cuanto a la seguridad, la combinación de vacunas diferentes no causó efectos adversos graves, hospitalizaciones ni muertes.
En un subgrupo reducido de voluntarios, los investigadores también hicieron el estudio para ómicron. “La conclusión fue que es muy importante dar los dos refuerzos, porque si bien las segundas dosis heterólogas, sobre todo si son con una vacuna de ARN, aumentan la cantidad de anticuerpos capaces de neutralizar ómicron, éstos son bajos en comparación al virus original. Los refuerzos son clave para estar protegidos contra la variante más preponderante en la actualidad”, señaló Gamarnik.
Del estudio también participaron otros investigadores del CONICET en la Fundación Instituto Leloir, en el INBIRS y en la Universidad Nacional de Misiones; del Instituto de Virología “Dr. J. M. Vanella” que depende de la Universidad Nacional de Córdoba; de la Universidad Nacional de La Plata; del Centro de Investigación en Medicina Traslacional (CIMT) el Ministerio de Salud de la Provincia de La Rioja; y profesionales de las carteras sanitarias de las provincias de Buenos Aires, Córdoba y San Luis; y personal médico de seis hospitales públicos bonaerenses.
Fuente: Filo News
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