Libertad Digital
Quienes además de argentinos somos peronistas, a esa Patria la soñamos socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Y eso no es poco cuando el mundo nos pone ante el desafío doblemente trascendente de proteger la salud y la vida de todos y todas, y reconstruir la trama de una economía devastada por la crisis.
Desde que se desató la pandemia de coronavirus, en marzo de 2020, los ciudadanos, los gobiernos y sus representantes pusimos manos a la obra para atenuar el impacto sanitario de una enfermedad sobre la cual los expertos aprendían sobre la marcha; fuimos responsables y nos cuidamos entre todos y todas; elaboramos políticas razonables y leyes acordes a ambas demandas, la de la salud y la de la economía.
Para cuando comenzamos a llegar a cada grupo de riesgo con la campaña de vacunación, ya habíamos reconstruido buena parte de un sistema de salud pública en crisis, y habíamos reforzado la salud privada. Y mientras impulsábamos leyes para reactivar el consumo, seguíamos vacunando, y hoy hemos inmunizado a casi 700 mil chaqueños y chaqueñas con una logística que demandó la participación de agentes públicos y ciudadanos a lo largo y ancho del territorio.
Y si bien es cierto que, en medio de la crisis, hemos obtenido logros históricos en materia de infraestructura con inversión pública y privada, que hemos inaugurado acueductos, plantas de tratamiento de fluidos cloacales, tendidos de energía en alta tensión y caminos, también es verdad que con eso no alcanza. Que queda mucho por hacer.
Lo sabemos y por eso seguimos trabajando entre diputados y diputadas, entre ministros y ministras, pero también en articulación con los trabajadores, con el campo empresarial y el académico, con expertos de todas las áreas a través de comités que nos ayudan a tomar las mejores decisiones.
Tal vez ninguno de nosotros, antes de estos tiempos difíciles, hubiera pensado que el camino para superar la grieta aparecería con claridad en el marco de una crisis global como la que nos tocó enfrentar. Pero al revisar la historia, al reflexionar sobre aquel 9 de julio de 1816, descubrimos que la respuesta siempre estuvo ahí: había que tender puentes, como los que tendieron esos 28 diputados que debatieron durante meses en la Casa de Tucumán para sellar nuestra independencia.
En definitiva, el camino es la unidad de todos y todas, y el peor enemigo, hoy, es la indiferencia.
Columnista: Hugo Sager
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