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En una charla cálida y apasionada, Neziz desentrañó la figura de Belgrano más allá de los manuales escolares, acercándola a la sensibilidad y los dilemas del presente.
“Belgrano no fue solo el creador de la bandera, sino una de las figuras más auténticas del proceso emancipador sudamericano”, explicó. Para José, su pensamiento adelantado y su coherencia con los ideales de libertad lo convierten en una de las personalidades más complejas y valiosas de aquel tiempo convulsionado.
Entre tensiones, símbolos y contradicciones
Allá por 1812, en plena campaña militar, Belgrano comenzó a diseñar símbolos distintivos para diferenciar a sus tropas de las españolas. Así nacen la escarapela y luego la bandera. Pero, según explicó Neziz, no fue un camino fácil: “El primer triunvirato le pidió que no la usara para evitar tensiones con la monarquía española. Había una intención clara de no romper del todo con España”.
Aquella ambigüedad entre buscar la independencia y no cortar del todo los lazos con la corona es algo que, según José, aún resuena en nuestra política actual. “Había presiones, contradicciones. Buenos Aires retenía provisiones mientras Belgrano pedía a gritos recursos para enfrentar al ejército realista en el Alto Perú”, relató.
Un visionario con propuestas revolucionarias
Al hablar de 1816 y la declaración de la independencia, Neziz destacó el papel clave de Belgrano en el Congreso de Tucumán. “No solo participó, también propuso un sistema de gobierno: una monarquía constitucional con un descendiente inca como figura central. Una idea tan innovadora como resistida”, señaló.
Esa propuesta, influida por el pensamiento del venezolano Francisco de Miranda, buscaba reconciliar el respeto por las raíces originarias con una estructura moderna de representación. Sin embargo, como tantas veces en nuestra historia, chocó con intereses económicos y políticos que terminaron diluyéndola.
Educación, mujeres y bien común: su verdadera revolución
Pero para José Neziz, lo más valioso del legado de Belgrano no está solo en lo militar ni en lo político. “Fue un adelantado. Apostó a la educación pública, financió escuelas, y creía profundamente que solo a través del conocimiento un pueblo podía progresar. Incluso defendió la educación de las mujeres, en un siglo donde eso era casi impensado”, remarcó.
Lejos de buscar beneficios personales, Belgrano entregó todo. “Murió en la pobreza, enfermo, con escaso reconocimiento. Y aún así, no se detuvo. No llegó a conocer siquiera a una de sus hijas, nacida justo antes de su muerte”, agregó Neziz con tono reflexivo.
El valor de mirar hacia atrás
“Conocer nuestra historia nos ayuda a entender el presente. Nos recuerda que hubo personas que pensaron en el bien común por sobre sí mismas”, cerró José. Y en tiempos donde los ideales suelen ser descartables, repasar la vida de Belgrano es también una forma de reconectar con valores que aún pueden guiarnos: la honestidad, el compromiso y la entrega por un proyecto colectivo.
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