Libertad Digital
En un juicio abreviado pleno, Darío Alfredo Ricardo Holzweissig fue condenado a 12 años y 6 meses de prisión por el homicidio simple de la reconocida comunicadora social Julia Griselda Blanco. La decisión, dictada por el doctor Martín José Vega, titular del Juzgado de Garantías, generó cuestionamiento por la calificación legal del crimen, que persiste en ignorar la perspectiva de género.
El acuerdo, alcanzado entre la defensa de Holzweissig y el Ministerio Público Fiscal, representado por la doctora Clara Belén Arrúa, actual titular de la Unidad Fiscal de Investigaciones Concretas, puso fin a un proceso judicial que duró poco más de dos años. Sin embargo, la celeridad del procedimiento contrasta con la lentitud con la que la sociedad parece asimilar y reconocer la violencia de género en todas sus formas. La condena por "homicidio simple" en un caso tan emblemático como el de Griselda Blanco, una mujer asesinada brutalmente en la intimidad de su hogar, es una bofetada a años de lucha por visibilizar y penalizar el femicidio como lo que es: la expresión más extrema de la violencia machista.
El 20 de mayo de 2023, cuando la vida de Griselda Blanco fue arrebatada de la manera más cruel, Darío Alfredo Ricardo Holzweissig, su asesino, la apuñaló en el cuello y la estranguló con un lazo. Un acto de una violencia inusitada que dejó a Curuzú Cuatiá en shock y al periodismo de luto. La investigación, iniciada por la doctora María José Barrero Sahagún y culminada por la doctora Arrúa, fue exhaustiva en el esclarecimiento de las circunstancias del crimen. Pero, a pesar de la brutalidad y la evidente asimetría de poder en la relación que unía a víctima y victimario, la Justicia optó por la figura del homicidio simple, una decisión que, para muchos, es inexplicable e inaceptable.
La audiencia de homologación, que contó con la presencia de los hijos de Griselda y sus representantes legales, fue un momento de profunda tristeza y resignación. La Justicia en este caso se sintió incompleta. El dolor de una familia que perdió a su madre y el de una sociedad que perdió a una voz crítica y valiente, se vio exacerbado por la sensación de que el sistema judicial, una vez más, falló en reconocer la verdadera naturaleza de un crimen contra una mujer.
La distinción entre homicidio simple y femicidio no es meramente una cuestión de nomenclatura legal; es una declaración de principios, una forma de reconocer y combatir la violencia de género en su raíz. El femicidio, incorporado al Código Penal argentino en 2012 (artículo 80, inciso 11), busca castigar con mayor rigor los asesinatos de mujeres cuando son perpetrados por un hombre y media la violencia de género. Esta figura penal reconoce que la violencia contra las mujeres no es un hecho aislado, sino la manifestación más extrema de un sistema patriarcal que las oprime y las subordina.
Cuando un crimen tan atroz como el de Griselda Blanco es calificado como homicidio simple, se despoja al hecho de su contexto de género. Se invisibiliza el componente machista que, en muchos casos, es el motor de la agresión; se diluye la responsabilidad social y estatal en la prevención y erradicación de la violencia contra las mujeres. Y, lo que es aún más grave, se envía un mensaje desalentador a todas aquellas mujeres que luchan por salir de círculos de violencia, haciéndoles sentir que sus vidas y las violencias que las atraviesan no son valoradas ni protegidas como deberían.
En el caso de Griselda Blanco, la ausencia de la calificación de femicidio (cuya pena es perpetua) levanta interrogantes respecto a si hubo una perspectiva de género en la investigación y en la negociación del juicio abreviado. Ya en el inicio de la investigación la defensa del acusado pidió el juicio abreviado y se le fue rechazado.
Griselda Blanco era una periodista incisiva, una comunicadora social que utilizaba su voz para denunciar injusticias y dar voz a quienes no la tenían. Su asesinato no solo fue un crimen contra una persona, sino también un ataque a la libertad de prensa. La forma en que la Justicia abordó su caso tiene un eco profundo en la sociedad, especialmente al libre ejercicio del periodismo.
Fuente: Norte Corrientes
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