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El proyecto comenzó como una beca de investigación de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la UNNE. La arquitecta Lucía Villalba impulsó la propuesta, bajo la dirección de la docente e investigadora Herminia Alías y la codirección del ingeniero Pablo Martina (Grupo de Energías Renovables de la Facultad de Ingeniería). También colaboró el ingeniero Franco Milich.
“La idea fue incorporar un porcentaje de PET a la mezcla tradicional de arena, cemento y agua, y evaluar su desempeño. Queríamos comprobar si, además de aligerar el bloque, podía mantener resistencia estructural”, explicó Alías en diálogo con Radio Libertad.
Ensayos y resultados
Los ensayos demostraron que, con un 10% de PET, los bloques alcanzaron una resistencia a la compresión superior a la de un ladrillo común, con valores de 860 megapascales.
“Lo interesante es que logramos mantener la capacidad portante sin perder cohesión. Incluso obtuvimos mejores resultados que con un ladrillo tradicional”, destacó la investigadora.
Sin embargo, la conductividad térmica no presentó mejoras significativas. “El valor fue similar al de un ladrillo macizo común, que no es de los más eficientes en términos de aislamiento. Pero a mayor porcentaje de PET, según antecedentes de otros laboratorios, la aislación térmica mejora aunque disminuye la resistencia mecánica”, explicó Alías.
Limitaciones y desafíos
Uno de los principales desafíos fue la falta de equipamiento industrial. “El triturado del PET lo hacíamos de forma manual, lo cual demandaba mucho trabajo y limitaba los porcentajes de incorporación. Por eso trabajamos inicialmente con volúmenes reducidos”, contó Alías.
Esa limitación impulsó un desarrollo paralelo: un molino triturador de PET diseñado por el equipo del ingeniero Martina en el marco de un proyecto Cofecyt. El prototipo fue donado a una cooperativa de Gobernador Virasoro (Corrientes) para facilitar la producción de bloques con plástico reciclado.
Hacia nuevos materiales
El grupo de investigación también ensaya otros plásticos como el LDPE (presente en sachets de leche y yogur), más blando que el PET. La idea es ampliar la gama de aplicaciones hacia placas para cielorrasos o revestimientos interiores, además de los bloques para muros.
“Lo central es cambiar la mirada: dejar de ver estos residuos como un problema y transformarlos en recursos útiles para la construcción. No se trata de un producto improvisado, sino de materiales que cumplen con las normas técnicas vigentes”, subrayó Alías.
La investigadora concluyó: “Queremos sentar un precedente. Si logramos que sector público y privado incorporen esta lógica, estaremos dando un paso concreto hacia una construcción más sustentable y una economía verdaderamente circular”.
Mirá la entrevista completa.
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